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Sus pasos resonaban en el frío mármol, sin embargo caminaba con total seguridad, sin esconderse como hubiera sido normal debido a las sombras que se arremolinaban en torno a ella. Algo le decía que no tenía nada de que temer en ese lugar. De vez en cuando se encontraba con más caminos iluminados, pero siempre seguía recto. Tenía la intuición de que no era el momento de desviarse de su ruta.
El
camino descendía lentamente. Se empezaba a oír un fuerte ruido un poco más
adelante. Como si estuvieran golpeando dos objetos metálicos grandes a
intervalos regulares. El pasillo terminaba un poco más adelante, una luz
naranja provenía del final. No pudo ver a donde se dirigía hasta el final, el
contraste entre la oscuridad y la luz era tal que la cegó hasta que traspaso la
salida.
Lo
primero que pensó al ver dónde se encontraba fue que aquello era imposible.
Estaba en una especie de almacén o una fábrica. No podía precisarlo. Un
silencio inquietante la rodeaba, solo interrumpido por los regulares golpes. El
suelo gris de cemento estaba sucio. Había algunas máquinas polvorientas y
llenas de telarañas. Miró a su alrededor, las ventanas estaban tan sucias que
no dejaban ver el exterior. La luz se filtraba por los cristales rotos. Amanda
se estremeció cuando un rayo de sol rozó su piel. Temiendo la quemadura apartó
la mano rápidamente, pero no paso nada. Con precaución, la volvió a poner en la
trayectoria de la luz. Una carcajada escapó de entre sus labios. No le dolía.
Hacía siglos que no podía hacer eso sin protección. Recordó la primera vez que
probó el protector solar y pudo salir de nuevo de día. Siguió caminando. Ahora
se empezaba a preguntar dónde estaba y por qué no se veía un alma. No lograba
ubicar de donde venía el ruido. Finalmente llego al final de esa extraña sala.
Ahora
salió a lo que parecía un camino rural. Delimitado completamente por frondosos
árboles.
Una
puerta se alzaba frente a ella, era una construcción de plata que relucía
límpida al final del camino. Las barras se entrelazaban dibujando un árbol
enorme. Dejaba entrever lo que guardaba detrás. Se podía ver parte de lo que
parecía un jardín. Según se aproximaba, se preguntaba como la podría abrir, la
respuesta la tuvo cuando ya casi podía tocar la pulida superficie. Con un suave
sonido, como el de una espada saliendo de su funda, la puerta se abrió lentamente
hacia el jardín.
Amanda
entró en el jardín, un espacio extenso tapizado por hierba recién cortada. El
olor se juntaba con el del bambú, menta, lirios, orquídeas, caléndulas,
prímulas, hortensias y demás plantas y flores que crecían sueltas o en grupo.
Estaba rodeado por árboles que crecían extendiendo sus ramas rodeando blanca
luna llena que brillaba justo en el centro del círculo y se reflejaba en un
pequeño lago en el que desembocaba con un dulce canto una cascada que se
asemejaba más a cristal líquido que al agua. Aparte, en el lago flotaban unos
cuantos nenúfares y flores de cerezo que caían de vez en cuando de un árbol
grande situado justo detrás del puente de madera que cruzaba el lago. Un
pequeño chirrido hizo que la vampiresa dejara de admirar el lugar. A la sombra
del árbol, había un columpio argénteo. Una niña se sentaba en él y se movía
ligeramente adelante y atrás.
Cuando
Amanda la vio, sintió que el corazón se le paraba durante un instante. Un
pensamiento sobre la imposibilidad de aquel encuentro le pasó por la mente,
pero fue desechado por otro que alegaba que en aquel país de sueños todo era
posible. Era una pequeña de no más de apenas diez años. A diferencia de Amanda,
vestía un corto vestido negro de tirantes y unos zapatos también negros. El
pelo castaño le caía suelto y salvaje hasta los hombros. Era muy guapa, a pesar
de que su juventud no dejaba vislumbrar más que una promesa de futura belleza. Era
como el capullo una flor antes que abrirse. Los ojos de Amanda se llenaron de
lágrimas mientras se cubría con una mano la boca. Corrió hacia ella y la abrazó
ante la consternación de la niña.
-
Valeria, mi querida hermanita.- Dijo la vampiresa.- ¿Cuánto años tiempo? ¿Dónde
estamos? ¿Por qué estás aquí?
-
Valeria… Tenía curiosidad por qué cuerpo habría adoptado esta vez. Aunque
lamento decepcionarte, no soy tú hermana.
Su
tono frío aunque cordial sorprendió a la chica, que se separó de ella en aquel instante
en que la niña pronunció las primeras palabras. La sujetó por los hombros. Con
una sensación de absoluta decepción descubrió que decía la verdad, la Valeria
que ella recordaba tenía los ojos castaños, y esa niña los tenía rojos. Cuando
Amanda volvió a hablar sus palabras parecían provenir del Ártico y llevaban
consigo un matiz peligroso:
-
¿Quién eres? ¿Qué has hecho con ella? ¿Dónde está?
-
Sobre tu hermana sé tanto como tú. No la he tocado, ni siquiera la he visto.
Andrómica.- Dijo tras una pausa.- Realmente tenía ganas de conocerte. Sin
embargo, no me esperaba que fueses una vampiresa. Bueno, ya lo arreglaré. Pero
por favor, sentémonos.
La
niña bajo del columpio y tomó de la mano a la vampiresa. Se sentaron juntas,
apoyadas en el tronco del árbol. Amanda miró a los pétalos rosas que caían
ejecutando un curioso baile. Sin apartar la vista tomó la palabra:
-
¿Conocerme a mí? ¿Por qué? ¿Cómo sabes mi verdadero nombre?
-
Responderé a todas tus preguntas por orden. Es normal que estés confusa, dado
que es nuestro primer encuentro, y no será el último por supuesto. Veamos… Respecto
al tiempo que hemos estado separadas, te diré que es la primera vez que nos
vemos. Por cierto, ¿Quieres algo de beber? Vamos a estar largo tiempo hablando debido
al el estado de tu cuerpo. Tardarás en recuperarte. ¿Vino tal vez? Sé que te
gusta. Solo tienes que desearlo.
-
No quiero nada. ¿Qué le pasa a mi cuerpo? Toque la Lanza del Rey Demonio. ¿Es
por eso?- Dijo girándose.
- Todo a su debido tiempo. Por el momento te
diré que y…esto la lanza.- Se corrigió rápidamente.- No te hizo ningún daño.
-
¿Quién eres? ¿Dónde estamos?- Volvió a preguntar Amanda.
-
¿Todavía no lo has adivinado? Estamos en tu mente. Un mundo propio creado a
partir de tus recuerdos y vivencias. Yo he indagado entre ellos hasta conseguir
una forma con la que te resultara fácil tratar. En este caso, la de tu hermana
Valeria. Aunque, por supuesto no soy ella. Digamos, para abreviar, que soy la
representación física de tu subconsciente. Debido a esto, es obvio porque sé tú
verdadero nombre Andrómica. Yo sé todo de ti. Pues tú y yo somos la misma
persona. Responderé a todas tus preguntas porque es necesario que confiemos la
una en la otra.
-
¿Por qué querías conocerme? ¿Por qué es necesario que confiemos?
-
Ambas preguntas están relacionadas. Nuestro destino está unido desde el día en
que naciste, hace más o menos dos mil años, lo noté aún en mi estado de
letargo. Hace muchas lunas que llevo esperando a conocerte, y por fin me has
encontrado. Sentí una emoción creciente mientras te percibía acercándote a mí.
Cuando por fin entablamos nuestra primera conexión, estaba eufórica.- Se notaba
que estaba entusiasmada mientras hablaba.- La confianza es esencial en nuestra
relación, yo confió en ti con todo mi ser pues he visto tú poder latente y tus
recuerdos.
-
¿Po…Poder latente?- Balbuceó Amanda.
-
Sí. Algún día, con mi ayuda. Lograremos usar toda tu fuerza. Cuando confíes en
mí por completo, alcanzaremos la unión final y seremos imparables.
-
A…Ahora si necesito la copa de vino.
No
había acabado de decir esas palabras cuando una copa de cristal se materializó
a su lado. Como una flor, creció un tallo cristalino desde el suelo que se
convirtió en un capullo en la cúspide. Lenta y elegantemente se abrió
reflejando los rayos de luna. Se quedo formando una corola brillante que
enseguida se lleno con un líquido granate. Amanda se lo llevó a la boca. Tenía
un sabor dulce y afrutado. Más parecía mosto que vino. La niña esperó
pacientemente a que lo probara y luego habló:
-
Igual debiera probarlo yo. ¿Tienes más preguntas?
-
¿No eres un poco…joven para tomar alcohol?
En
cuanto lo dijo le sonó estúpido. Pero la pequeña se rió. A la chica se le
encogió el corazón, le recordaba tanto a Valeria. Su risa era como el viento
pasando entre los árboles o un canto de un pájaro. Las dos niñas, su hermana y
ella se parecían mucho. Son a la vez tan iguales y tan diferentes, pensó.
Cuando dejo de reír, la niña contestó:
-
Tengo edad más que suficiente. Soy mucho más antigua que tú. Cómo te he dicho,
este cuerpo que vez solo lo he adoptado para que te resultara cómodo hablar
conmigo. De todas formas ¿No has pensado qué si tu hermana siguiera viva ahora
también tendría dos mil años?
-
No hables de ella.
-
Sé que sigues manteniendo la esperanza. Al igual que con Rómulo. Pero también
sé que eres realista y sabes que no pudieron sobrevivir al incendio y a la
lucha respectivamente.
-
Cállate. No hables de ellos.
-
Siento tu furia porque ahora es también la mía. Pero no debes dejar que la ira
te controle. Sobre todo si Sygma sabe como enfurecerte.
-
¿Cómo sabes tú eso?
-
Soy tú. No tienes secretos para mí. Al igual que yo no tengo para ti. Sé porque
cumpliste condena haciendo de Guardián Infernal. Por cierto.- Comenzó tapándose
la sonrisa con la mano.- Me hizo mucha gracia cuando le pegaste un puñetazo a
Julien en la cara el día que os conocisteis. Destrozó la roca con la espalda.
Además me encanta que ahora seáis amigos.
-
Tú si tienes secretos para mí. Ni siquiera sé tú nombre.
-
Akasha. Puedes llamarme así. Aunque también me gusta Valeria, si te resulta más
cómodo. ¿Significa Valerosa verdad? Todavía tengo secretos porque no es el
momento de contártelo todo. Andrómica, debo confesarte algo. Estamos en
peligro.
-
¿Por qué?
-
Mis hermanos y hermanas y yo misma estamos siendo atacados. No encontramos
nuevas personas que sean dignas de nosotros. Por el momento solo cogen a los
que estamos solos, sin nadie que nos reclame, pero tememos que, cuando nos
tenga a todos los solitarios empiece a atacar a los demás.
-
Has dicho: Mis hermanos y hermanas. ¿Cuántos sois? ¿Por qué no le plantáis cara
si sois tan poderosos?
-
No podemos. Somos prácticamente inútiles solos. Sin nuestro elegido no podemos
luchar. Nos pueden obligar, pero eso nos causa una agonía insufrible y tendemos
a volvernos contra los que nos quieren esclavizar. Somos trece. Por el momento
hemos sido capturados tres de nosotros. Ocho de nosotros, contándome a mí
misma, hemos encontrado compañero. Eso significa que quedan…
-
Dos.- Interrumpió Amanda.
-
Sí. Andrómica.- Dijo Akasha muy seria.- Debes encontrar a quien nos está
reuniendo y liberarnos.
-
¿Cómo?
-
Estamos muy unidos. Nos podemos localizar los unos a los otros. Aunque
normalmente solemos ocultar donde estamos, por nuestra seguridad y la de nuestro
compañero. Por eso no nos han cazado todavía a todos. Pero el tiempo apremia
Andrómica, los que no tienen compañero empiezan a desfallecer. Es posible que
ya hayan encontrado a los demás. Debes darte prisa.
-
Espera un momento. Has dicho que, aparte de mí, hay otros siete como tú con
compañero. ¿Por qué no hacen nada?
-
No hay nadie como yo, pero efectivamente, hay siete más. Pero no saben nada de
lo que está sucediendo. Sin compañero somos mucho más débiles, no nos podíamos
comunicar con los encontrados. Que nos hayamos reunido ha sido un golpe de
suerte, ahora puedo contarles la situación.
-
Lo que dices es preocupante sin duda. Sobre todo porque si, como dices, os
podéis localizar entre vosotros, eso quiere decir que es uno de vosotros el que
esta cazando a los demás.
-
¡Pero eso es imposible! ¡Jamás nos traicionaríamos!
-
Es la única teoría posible.
-
Entonces ¿Qué propones? ¿Qué no lo cuente?
Amanda
negó con la cabeza y respondió:
-
No. Cuéntaselo a tus hermanos. Diles la verdad.
-
Comprendo.
Una
ráfaga de viento sacudió la paz del jardín. Amanda sintió un tirón, como si
estuviera atrapada en la resaca del mar. Esa sensación se intensificaba a cada
segundo. Akasha se puso en pie y cerró los ojos un momento.
-
No te preocupes.- Dijo la niña rápidamente.- Eso significa que tu cuerpo ya
está arreglado. Te despertarás con mucha hambre. El tiempo se nos acaba, en
breve te despertarás. Aunque esperaba que nuestro primer encuentro fuera más
largo no me has decepcionado en absoluto. Al contrario, me enorgullece ser tu
compañera. Me gustas un montón. Este no será nuestro último encuentro, nos
volveremos a ver antes de que me eches de menos. Recuerda mis palabras y en
especial las que te diré ahora: Acudiré veloz a tu llamada, estés donde estés y
sin importar la distancia que nos separen. Nada logrará separarme de ti.
En
otra persona, esas palabras le habrían inquietado, pero salidas de la boca de
Akasha, le proporcionaban cierta extraña seguridad. Una niebla había comenzado
a envolverla, el tirón se hacía más fuerte.
-
¿Cómo te llamaré?
-
Creo que ya empiezas a sospechar sobre mi verdadera naturaleza, pero que tienes
miedo a decirlo. A lo que eso supondría. Cuando asumas lo que eres, en lo que
te has convertido al conocerme, invócame. Cuando la necesidad impere sabrás
cómo hacerlo.
La
niña apenas había terminado de pronunciar esas palabras cuando Amanda dejo de
verla. La niebla la envolvió, como a todo lo demás en grandes jirones blancos.
Y después, todo se volvió negro.
Amanda
abrió los ojos, se encontraba tumbada boca abajo en su cama. Parpadeó un par de
veces, confusa. Era de día, Raftiel se estaba colocando encima de la lámpara
así que supuso que estaba amaneciendo. Le rugía el estómago. Se levantó y salió
de su habitación, un débil rayo de sol se colaba con timidez entre las cortinas
corridas. Se acercó a la nevera y la abrió. Se tomó una tras otra tres bolsas
de sangre. Mientras empezaba la cuarta cogió el gato del sofá y se dirigió a la
habitación de Rose. El gato maulló aburrido y se acurrucó contra Amanda, que se
había quedado plantada en el umbral sorprendida. Rose no estaba en la casa.
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