domingo, 6 de septiembre de 2015

Mariposa Carmesí 5

La bruja salió de detrás de la caja un segundo después y se abalanzó con los brazos abiertos para dar un abrazo a la vampiresa mientras gritaba su nombre. Amanda apenas tuvo tiempo para echarse hacia un lado para esquivarla y Rose cayó de bruces contra el suelo. Julien solo podía mirar sorprendido la escena. La pelirroja se incorporó mientras se sacudía la ropa, entonces vio al licántropo. La expresión le cambió completamente. El chico apenas pudo dar un paso atrás antes de que Rose exclamara:
- ¡El secuestrador!
Con esas palabras le lanzó una bola de fuego. Julien la esquivó con cara de susto e hizo ademán de atacarla. Pero Amanda agarró a Rose del cuello de la blusa y la otra mano la extendió hacía Julien para pararle.
- ¿Secuestrador? ¿De qué habla?- Preguntó el chico sorprendido.
- Tú secuestraste a Amanda pervertido- Chilló Rose.
- ¿Pervertido? ¿Por qué me llama pervertido?
- Creo que es porque vas solo con el bañador.- Terció Amanda.
- Pues eso no es para insultar. Verme sin camiseta como mínimo es para agradecer. Y hablando de eso ¿No contaréis con alguna camisa no? Quiero decir… No me gustaría distraeros con mi espectacular físico ni nada de eso.
Amanda soltó a Rose. La chica se arregló la blusa y sacudió la mano con fastidio.
- ¿Qué talla usas?
- Ni idea. Eso lo lleva mi estilista. Oye, me gustaría saber una cosa. Me has embrujado ¿No? Porque siento que no puedo apartar la vista de tus ojos amatistas.
La bruja torció la cara mientras hacía aparecer una camiseta de tirantes negra de la nada y unas deportivas. Le lanzó a Julien la ropa y él se la puso enseguida. Se miró sonriendo con chulería. No pudo contener un comentario:
- Dios, qué bueno que estoy. ¡Es que menuda percha tengo! Todo me queda bien.
Helena salió tranquilamente de su escondite y caminó tranquilamente hacía ellos. Aún con todo lo que había pasado aquella noche seguía pareciendo una diosa griega bajada a la tierra. Parecía una modelo en la pasarela mientras se acercaba. Inclusive tenía la cara inexpresiva que las caracterizaba. Julien enseguida se adelantó:
- No me he presentado.- Dijo ofreciéndole la mano.- Soy Julien Gonzalen. Jugadoren de futbolen. Jugador de futbol.- Se corrigió.
- Nos conocemos.- Replicó la chica.
- Créeme que a una chica como tú no la olvidaría.
- Es que no nos conocemos directamente. Usted salió en la portada de mi revista. “Mariposa Carmesí”.
- Es que he salido en tantas revistas que he perdido la cuenta.
- Cambiando de tema, Amanda. ¿Por qué tu camisa está rota?
- Un accidente de tráfico. Nada importante. Es una lástima, es una de mis camisetas favoritas.
- ¿Quieres otra?- Se ofreció Rose.
- No hace falta. Iré así.
Miró las imponentes puertas que se cerraban ante ellos. Eran de hierro negro de cuatro metros de altura por tres de anchura cada una. Remachadas con múltiples clavos grandes que las cruzaban de un lado a otro. No tenían a la vista ningún candado, cerrojos u otros mecanismos para cerrarlas. Parecía que su propio peso bastaba para disuadir a cualquiera para entrar. Amanda se acercó hasta tocarla, la examinó quedamente, como era su método habitual de proceder y luego volvió la cabeza hacía Rose y preguntó:
- ¿Está cerrada con un hechizo?
- Hmm No.
- Entonces creo que es el momento de ir a patearle el culo a Kalabrik.
- Espera Amanda.- Dijo Helena, con ese don para hacer que todos la obedecieran que la caracterizaba.- Necesitamos un plan.
- ¿Un plan? Que es simplemente un wendigo. Entramos, le pateo el culo, Rose lo mete en su jaula, se lo damos a los tipos del Tártaro y cobramos la pasta.
- El problema es que no es simplemente un wendigo. Amanda, tiene la Lanza del Rey Demonio.
- ¿¡Una Reliquia Pagana!? Pero no puede ser, están bajo la custodia de los Reyes Paganos.
- ¡No espera!- Exclamó Julien.- Tiene sentido, por eso pudo con todos nosotros a la vez.
- Comprendo.- Asintió Amanda.- Eso lo cambia todo. Para empezar, no la toquéis bajo ningún concepto.
- ¿Por qué?- Quiso saber Rose.
- Las Reliquias Paganas eligen a quien las porta. Los Reyes Paganos no se llaman así sin motivo, todos han sido elegidos por sus reliquias, como nuestra amiga Rose aquí presente, eso caracteriza a los Reyes. En resumen, nos podría matar solo intentar portarlas.
- De hecho, Kalabrik parecía agotado después de usarla.
- Supongo que consumir la energía vital del usuario podría ser un efecto. De todas formas, es cierto, la lanza lo cambia todo.
 - Además, lo he estado meditando y hay que sacar de aquí a las dos chicas desaparecidas.
- ¿Las dos chicas? Helena, aún en el caso de que esas dos chicas estén relacionadas con esto, no creo que sigan vivas. Sin embargo, estoy conforme con lo del plan.
- Bien. ¿Alguna idea?
- Varias. Pero creo que la más factible podría ser…
En este punto, comenzó a explicar una de sus enrevesadas ideas y explicaciones. Rose bostezó y se deslizó hasta la puerta aprovechando que nadie se fijaba en ella. No solía entender los procedimientos que su compañera ilustraba, y menos cuando se enrollaba a dilucidar y a divagar como estaba haciendo ahora. Miró hacia arriba cuando se halló justo enfrente de la junta que separaba las puertas. Sonrió mientras apoyaba las manos con las palmas abiertas. Las brujas no tenían tanta fuerza como los vampiros o los licántropos, pero estaban dotadas de otros poderes. Inclinando la cabeza acercó la frente a la fina línea hasta rozarla. Cerró los ojos. Lentamente, comenzó a murmurar algo. Un fulgor violeta se extendió desde sus manos hacia la puerta. Al abrir los ojos la puerta salió volando por los aires con una fuerte explosión. Los chicos dieron un salto antes de girarse hacia Rose. Amanda estaba tan consternada que ni siquiera gritó, solo se limitó a decir:
- O podemos reventar la puerta y entrar a sangre y fuego como no.
No perdieron el tiempo y comenzaron a correr hacia la sala que ahora se abría ante ellos. Era una gran sala desprovista de cualquier mueble u objeto tras el que protegerse. En una especie de trono, estaba sentado Kalabrik, que parecía hallarse en una especie de duermevela sujetaba la lanza con una mano. A sus pies tenía un cuerpo humano de mujer que Amanda identificó rápidamente como la chica rubia desaparecida. Con un veloz vistazo localizó a la otra muchacha. Estaba atada a una pared con una cadena que acababa en un grillete en su cuello. Aún en la distancia, podía ver que tenía los ojos empañados en lágrimas. Helena entró la primera mientras Rose sacudía la mano para invocar su bastón. Iba tan concentrada en el wendigo que no vio las finas líneas que se dibujaban en el suelo. Era una trampa hábilmente disimulada. Estaba a punto de pisarlas cuando notó que alguien la empujaba. Dio un traspié y cayó al suelo. Se giró para ver a Amanda en el sitio que un momento antes ocupaba ella. Un gran cepo apareció de la nada y se cerró en torno a la pierna derecha de la vampiresa.
- Oh mierda.- Susurró Helena levantándose.
- ¡Vete!- Gritó Amanda.
- Pero…
- ¡Qué os vayáis!
- ¡Me pido salvar a la chica!
Exclamó Julien antes de correr hacia la chavala de la pared. Helena suspiró y se dio la vuelta para continuar hacia el wendigo. Esta vez con más cuidado. Kalabrik seguía sin reaccionar.
Rose se acercó a Amanda, que tenía cerrados los ojos y la cara crispada en un rictus de dolor. Se agachó a su lado y preguntó:
- ¿Ha llegado al hueso?
Amanda farfulló algo en latín. Luego respondió:
- No, no creo. ¡No lo sé!
- Pues es importante. Voy a intentar abrirlo.
- ¡No hay tiempo! Duerme mi pierna y yo ya saldré.
- ¿Dormir tú pierna? ¿Pero por qué?
- El dolor me mata. No me puedo ni mover.
- Bueno no sé qué tiene que ver una cosa con la otra pero en fin…
La bruja murmuró algo y una luz violeta iluminó la pierna izquierda de Amanda. La vampiresa dejó de sentir la extremidad al instante. Abrió mucho los ojos y chilló:
- ¿Por qué me duermes la pierna izquierda?
- ¿No me habías pedido que la durmiera?
- ¡La del cepo! ¡Te dije que me durmieras la del cepo! ¡La derecha! ¡La izquierda no me duele!
- ¡Ah! Tenías que haber especificado.
- ¿Especificado? ¡Rose!
- Vale, vale ya va.
Rose volvió a recitar el hechizo y la luz lavanda envolvió la pierna izquierda de Amanda. Está enseguida notó que el dolor remitía. Suspiro de alivio.
- Bien y ahora vete a ayudar a Helena.- Ordenó a la bruja.
Rose comenzó a correr detrás de Helena dejando a Amanda con su problema. La vampiresa dobló la pierna izquierda y comenzó a pugnar por abrir el cepo.
Unos cuantos metros a su derecha, Julien ya había alcanzado a la chica. Se inclinó frente a ella. La chica levantó la cabeza para verle mientras el chico la examinaba. Sus miradas se cruzaron, cuando los ojos azules como el cielo se cruzaron con los suyos castaños, el chico sintió que se le encogía el corazón. De repente, deseó estar mejor vestido. Apartó esos pensamientos de su mente y comenzó a tantear la cadena. Las gotas seguían rodando por las mejillas de la chica. Por alguna razón, Julien no podía soportar que llorara. Decidió hablar para distraerla.
- Tú debes de ser Eva ¿No?
- No.- Sollozó la chica.- Mi nombre es Elena. ¿Por qué lo dices?
- Porque eres tan guapa que pensé que te habías escapado del paraíso.
Elena sonrió ante el piropo. Aunque era una sonrisa nerviosa y algo histérica, a Julien le pareció la más bonita del mundo.
- ¿De verdad crees que es momento para los halagos?- Preguntó la chica.
- Cualquier momento es bueno para verte sonreír. Bueno, creo que es momento de irse de aquí.
Cogió la cadena con las dos manos y dando un tirón la rompió. Los eslabones cayeron al suelo repicando. El licántropo la ayudó a levantarse, entonces oyó como le llamaban a gritos. Julien se giró, para ver a Helena sujetando a la otra chica envuelta en sangre.
- ¡Está viva!- Continuó vociferando la mujer.- ¡Sácalas de aquí!
Al acabar de hablar, le lanzó el cuerpo. Julien corrió y se tiró para cogerlo antes de que tocara el suelo. La olfateó, estaba muy mal pero seguía con vida. Se levantó y se volvió a dirigir a Elena:
- ¿Puedes correr?- Preguntó. La chica dio unos pasos tambaleándose.- No claro que no.- Continuó Julien.- No tienes energía. A saber cuánto llevas sin comer. Vale esto es lo que haremos. Toma a tu amiga.- Le dio a la chica que a duras penas la pudo coger.- Bien, yo ahora me transformaré. Tú monta en mi grupa con tu amiga. ¿Ves a aquella chica de allí?- Señalo a Amanda.- Dile que te dé su Wicrex, lo necesitaremos.
Elena asintió y luego presenció, entre consternada y aterrada, como Julien se estremecía y el pelo comenzaba a crecerle. Dio un paso atrás, abrumada mientras el lobo negro se inclinaba ante ella. Finalmente, se acercó y subió encima del chico. El animal comenzó a galopar, se paró al lado de Amanda, que seguía intentando abrir la trampa. La vampiresa levantó la cabeza para verles. Elena balbuceó:
- Ne, necesitamos tu Pírex. Él te lo ha pedido.- Señalo al lobo.
- ¿Mi pir…? ¡Ah! Mi Wicrex. Comprendo.- Dijo mirando a la otra chica.
Se llevó la mano izquierda a la muñeca derecha y abrió la pulsera. Se la dio a Elena. Julien no tardó en desaparecer a todo correr. Amanda tomó aire y forzó al cepo a abrirse. Al fin parecía que cedía.
Helena por su parte se había dirigido hacia el wendigo. No había más trampas en la sala, pero se preguntó si no tendría preparada alguna artimaña. Enseguida se hallo enfrente del trono. Estaba algo alterada por el cepo. Miró atrás y vio a Rose corriendo hacia ella, a Amanda intentando liberarse y a Julien inclinado sobre la prisionera. Ignoró el guiñapo ensangrentado en el que se había convertido la muchacha, solo le echó una triste mirada de soslayo. Luego examinó a Kalabrik. Le parecía extraño que no se hubiese movido un ápice ni que no hubiera siquiera reaccionado al destrozar la puerta. Respiraba muy levemente. Tenía la tez más lechosa de lo normal y el rostro demacrado. Las cuencas de los ojos hundidas como sus pómulos. La boca entreabierta, dejando escapar algo de líquido verde. Estaba muy delgado, la piel se le pegaba a los brazos esqueléticos. Si no hubiera leído todos los crímenes que había cometido, le hubiera inspirado pena. Su huesuda mano aún sujetaba la lanza, como si quisiera dar a entender que era suya. Rose ya la había alcanzado. Helena suspiró y murmuró:
- Amanda tenía razón. La lanza le ha consumido. Envuelve el arma en algo y quítasela. Yo cogeré el cadáver.
Sin embargo, cuando se agachó para cogerla, se percató de algo. Seguía sangrando. El preciado líquido rojo seguía saliendo de sus heridas. Abrió mucho los ojos y se tiró de rodillas junto a ella. Le puso dos dedos en la yugular y rezó para que tuviera pulso. Un débil pálpito confirmo sus sospechas. La cogió en brazos y se levantó. Llamó a Julien y, una vez el chico le prestó atención le gritó:
- ¡Está viva!- Continuó vociferando la mujer.- ¡Sácalas de aquí!
Lanzó a la chica y vio como el licántropo se lanzaba a por ella. Se giró para ver a Rose forcejeando con el wendigo. La bruja intentaba quitarle la lanza pero no podía. A pesar de que ella tiraba con todas sus fuerzas simplemente no podía arrebatársela. Helena enseguida se acercó a ayudarla. Se sorprendió al descubrir que ni las dos juntas podían arrancársela. Lo cual no dejaba de ser alarmante, pues Helena contaba con una fuerza sobrehumana muy superior a la habitual. En su esfuerzo, las chicas no se percataron de que Kalabrik volvía a respirar fuerte, de que apretaba con más fuerza la lanza. No se dieron cuenta hasta que se levantó de golpe. Sacudió el brazo y las despegó como si fueran moscas.
Un profundo terror invadió a Helena mientras el wendigo se levantaba. Quitó la tela blanca que envolvía la lanza y miró a las chicas. Ladeó la cabeza y le crujió el cuello. Seguía pareciendo muy consumido pero ahora sé veía muy peligroso. Se acercó a Rose de un salto y le dio un puñetazo en el pecho. La chica voló unos metros antes de golpearse con la pared y caer. Helena intentó alejarse y huir pero el wendigo fue más rápido. Con un fuerte ruido, como el de una explosión se encontró enfrente de ella. Helena pudo ver el odio en sus ojos antes de que le propinara una patada. Helena se dio con la pared, y cayó justo enfrente de Rose. Boqueó un par de veces para recuperar el aliento. Cuando pudo volver a respirar, tosió con fuerza. Algo de sangre salió de su boca. Tenía la visión borrosa y se sentía muy mareada. Sentía un fuerte dolor abdominal, dedujo que tenía varios órganos destrozados. Si al final las dos bolsas de Samuel servirán para algo, pensó. Parpadeó un par de veces, confuso. No pudo ver más que sombras imprecisas durante unos instantes. Después su visión se aclaró.
Kalabrik ahora se hallaba enfrente de Rose. Alto e imponente. Alzó lentamente la lanza, la sujetaba con las dos manos, como si fuera un arpón. Rose estaba inmóvil e inerte contra la pared. No podía hacer nada contra él. Se preparaba para dar el golpe mortal cuando un grito le detuvo:
-¡Eh tú!¡Sordes!
Gritó Amanda en latín. Estaba de pie, una gran herida en la pierna derecha que no paraba de sangrar un leve vaho subía desde ella. La deportiva de ese pie se había teñido de escarlata. De ese color también era un pequeño charco debajo de ese pie. Parecía furiosa. El wendigo se giró hacía ella.
- ¿Por qué me insultas pequeña humana?
- Hablas latín, me alegro. Sin embargo te equivocas, no soy humana Kalabrik.
- No entendí tú insulto. Pero sonó como tal. Es cierto, no eres humana, eres un vampiro.
- Estás consumido. Suelta la lanza, aún hay salvación para ti.
- Quítamela. Si puedes.
Con estas palabras se abalanzó contra la joven. Cualquier otra persona, no hubiera podido ver al wendigo corriendo hacia ella, con su arma en alto. Pero Amanda lo vio. Sintió que el mundo se ralentizaba a su alrededor durante una respiración. Notaba una gota de sudor que le caía por la sien, notaba la sangre saliendo de su pierna, notaba la herida cerrándose poco a poco con un dolor lacerante, notaba el tacto de la ropa en su piel, un poco más adelante, notaba las almas de Rose y Helena, sus mentes confusas y sus cuerpos maltrechos. Visualizó al wendigo, abalanzándose frente a ella, acercándose a cada décima de segundo. Pero su cuerpo parecía gris y anodino comparado con la lanza que sostenía.
Era un simple palo negro, pero Amanda solo tenía ojos para eso. Le pareció que refulgía a la luz de las lámparas del techo. Le pareció que estaba incómoda, que el wendigo no la merecía.
Entonces, el hechizo se deshizo. Todo se aceleró hasta que volvió a su velocidad habitual. El primer embiste lo esquivó con cara de asombro. No entendía que había pasado. Durante un segundo, ambos contendientes se miraron. Luego el wendigo volvió a atacar. Pero Amanda le seguía viendo, aunque apenas podía pensar con claridad. Agarró la lanza con las manos desnudas y empezó una pugna entre los dos seres. El wendigo abrió mucho los ojos, aterrado y dolorido, la Lanza del Rey Demonio había comenzado a brillar y las manos le quemaban. Unas runas se dibujaron en su superficie, brillaban en un tono rojizo, alrededor de las manos del wendigo se intensificó el color. La vampiresa sintió durante un momento una oleada de felicidad que la recorría. Amanda torció la cara por el dolor, pues tenía todo el peso de su cuerpo sobre su pierna dañada. A través de sus ojos color sangre se veía toda la furia que sentía. Sin embargo, perdía la batalla. Con un grito ahogado de la joven, ambos cayeron al suelo. Ahora el wendigo estaba encima de ella, gotas de su asquerosa y maloliente saliva caían desde su boca llena de dientes puntiagudos. Amanda tenía la lanza contra su cuello, Kalabrik la estaba estrangulando con ella. La vampiresa estaba muy cansada, apenas tenía energía para aguantar el palo. Boqueó, se estaba quedando sin aire. Notaba como la sangre le palpitaba en los oídos, un pitido agudo comenzó a sonar en su mente. Sus ojos paulatinamente volvían a ser castaños y sus colmillos remitían.
Entonces, cuando ya había abandonado toda esperanza y se había resignado a morir, una luz brilló en la oscuridad de su mente. La chica sintió una voz que la llamaba, una niña pequeña gritaba su nombre. Reconoció la voz al instante: Valeria. Otra voz se le unió, esta vez mas grave, una voz adulta, masculina, también la reconoció: Rómulo. Más voces de sus seres queridos se seguían uniendo. Su padre, su madre, sus hermanos y hermanas. La llamaban por su nombre real: Andrómica. Otras voces comenzaban a llamarla: Reika decían. También las reconoció, eran Kenji y Yoko. Más voces se fueron elevando, la de Rose, Helena y Julien entre otras. Gritando: Amanda. Pero las de Valeria y Rómulo, los dos seres a los que más había amado prevalecían. Alentándola a luchar.
Con un grito desesperado comenzó a empujar, los colmillos volvieron a crecerle y los ojos encarnados de nuevo le brillaban iracundos. El wendigo chilló asustado porque ya no podía mantenerse dominante en la puja. Lentamente, milímetro a milímetro, Amanda fue levantando la barra. Cuando ya tenía los brazos completamente estirados pudo disfrutar de la expresión de estupefacción de su enemigo. Los volvió a doblar rápidamente mientras  curvaba la espalda y le lanzó por los aires con las piernas extendidas. Con el impulso completó la voltereta hacia atrás y se levantó. Se giró para ver a Kalabrik levantándose. El wendigo estaba atemorizado ante la vampiresa. Se repuso y gritó:
- ¡No es posible! ¡La lanza es mía! ¡Te mataré, la arrancaré de tus frías manos muertas y me comeré tus entrañas!
- Hay algo con lo que no has contado.- Respondió la vampiresa. Sujetaba la lanza que seguía brillando con la mano derecha a su espalda.- Yo cuento con ayuda.
Entonces Helena, tan veloz como una ráfaga de viento, le asestó una patada en la entrepierna. Antes incluso de que se inclinara Helena giró como una peonza y le golpeó en la cara con el pie. Kalabrik voló por los aires hasta caer en su trono. Helena se incorporó apartándose el pelo de la cara. Sus ojos azules refulgían como el hielo.
- ¡Ahora Rose!- Gritó.
La bruja, ya de pie, abrió los brazos y comenzó un nuevo sortilegio. A sus palabras unas barras violetas, con cierta transparencia como barras de cuarzo purpúreo, comenzaron a rodear al wendigo. Una jaula se creaba alrededor del wendigo, que estaba completamente inmóvil. Cuando estuvo completamente formada, a un movimiento de Rose desapareció.
- De camino al Tártaro.- Dijo la bruja.
Entonces se fijo en Amanda, que aún sostenía la lanza. Estaba tan inmóvil que parecía una escultura. Las chicas se acercaron corriendo hacía ella. Tenía la los ojos castaños opacos, pero no parecía consumida o demacrada como Kalabrik. La lanza seguía iluminada con las runas rojas. Rose se apresuró e hizo aparecer una tela blanca y envolvió la lanza con ella. Sujetó la lanza y comenzó a tirar pero, como antes, no se movió un ápice.
- ¡Amanda! – Chilló la bruja.- ¡Suéltala!
La vampiresa giró la cabeza lentamente hacia la chica pelirroja y la miró fijamente durante unos segundos. De repente, sacudió la cabeza y parpadeó. Parecía muy confusa. Soltó el arma, que la bruja hizo desaparecer con presteza.
- ¿Qué… ha pasado?
- ¡Fue increíble Amanda! Parecía que todo estaba perdido, pero entonces te sobrepusiste y lo lanzaste por los aires.
- ¿Ah sí? Me siento como si me hubiera atropellado un camión.
- Es normal.- Intervino Helena.- Tu cuerpo estuvo sometido a mucha presión. Pero la noche no ha acabado supongo que Julien se las habrá llevado al Pitié-Salpêtrière.
Acabadas la conversación las chicas salieron de la caverna. Recorrieron esta vez el camino principal, que consistía en un largo y ancho pasillo que desembocaba en la cueva de los esqueletos. La única que caminaba normalmente era Helena. Rose había obligado a Amanda a apoyarse en ella ya que la vampiresa estaba muy pálida, más de lo normal. No parecía haber pasado nadie por la sala de los esqueletos, pero algo les decía que sí lo habían hecho y nadie había salido con vida de ese lugar. La confirmación se la dio segundos más tarde Itain-Ko-Roth, que salió solo para decir a las jóvenes que se habían encargado de todos. También les informó de que Julien había pasado por ahí como una bala y seguía con vida cuando abandonó los túneles. Dejaron atrás la caverna, y tras unos minutos lograron salir del almacén. Un golpeteo como de una puerta las recibió, era el móvil de Amanda. Lo cogió y lo miró:
- Es Julien.- Explicó.- Están en el hospital ese que decías. Dice que una de las chicas está en la UVI y la otra está bien y es muy guapa.
- Está bien. Abre un portal e iremos a verles.- Ordenó Helena.
- Lo veo difícil.- Contestó la chica de pelo rosa.- Le deje a Julien mi Wicrex.
- Entonces tomaremos un taxi. No nos veo en condiciones de ir a patita.
- Yo nos podría tele transportar.- Sugirió Rose.
- Tú y yo ya tendremos una charla sobre tus conjuros de transporte.- Gruño Amanda.- Cuando me recuperé un poco.
- Pues no es mala idea.- Susurró Helena.
Amanda se tiró al suelo y se sentó.
- A mi no me la volvéis a liar. Id si queréis. Yo me quedo aquí.
- Está bien.- Concedió Helena.- Haré una llamada.
Sacó su móvil y marcó un número. Esperó unos segundos antes de que un somnoliento Samuel lo cogiera. Helena le despertó con el tono de fastidio e impaciencia común en ella cuando hablaba con él:
-Samuel. Quiero un taxi.- Ordenó.- Ahora. Te envió la dirección.
Colgó después de mandar la dirección. Se sentó a esperar el taxi con Amanda. La joven miró al cielo, Helena adoraba París. Cualquier noche en la ciudad de la luz era preciosa en su opinión. Apenas había pasado un cuarto de hora cuando un claxon les hizo levantarse. Amanda se tambaleó. Cada minuto que pasaba se sentía peor.
- Samuel es cada día más eficaz.- Comentó Rose.
 Las chicas se acercaron al taxi. El hombre nada más ver a Amanda, abrió mucho los ojos y preguntó:
- ¿Al hospital?
- Sí.- Dijo Helena.- Al hospital Pitié-Salpêtrière.
Rose se preguntó cómo debía ver el conductor a la vampiresa para pisar de esa forma el acelerador. Amanda había comenzado a tiritar en cuanto se hubo sentado. Ahora tenía un calor abrasador en el pecho, justo a la altura del corazón. Sin embargo, sentía frío.
Julien se sorprendió nada más verlas. Estrechaba entre sus brazos a Elena, la chica tenía vendado el cuello. Salvo eso, unas cuantas tiritas y más vendas, estaba perfectamente. Una sonrisa bobalicona le iluminaba la cara.
- ¡Hola!- Saludó en cuanto se acercaron.- Soy Elena sin h, muchas gracias por venir a salvarnos de ese hombre tan malo. Pero este chico tan guapo se ha hecho cargo de mí.
- Está algo drogada.- Explicó Julien ante el estupor de las chicas.- ¡Joder Amanda! Qué mala cara traes. ¿Qué te ha pasado?
- Tocó la lanza con las manos. Mal asunto.
- ¡Ah sí! ¿Qué paso al final?
Le contaron todo lo acontecido. Julien escuchaba con atención y hacía ruidos de acuerdo a la situación. Exclamaba cuando hacía falta y se le escapaban gritos ahogados a menudo. Elena por su parte soltaba risitas, cosa que a Helena le estaba poniendo de los nervios.
- ¿Y a vosotros qué tal os fue?- Preguntó una vez hubo concluido su relato.
- Ah pues salimos por la puerta principal. Nos vimos envueltos en medio de la trifulca, pero como nadie nos prestaba atención logré colarme hasta la salida. Los esqueletos nos reconocieron y nos dejaron pasar. Lo único que costó un poco de esfuerzo fue subir la escalera, pero ya me conocéis, nada es imposible para mí. Luego salimos, me transformé en humano de nuevo, cogí en Wicrex de Amanda, que por cierto te lo devuelvo.- Dijo extendiendo el artefacto hacía la vampiresa.- Y aquí estamos.
- Me alegro.- Comentó Amanda cogiendo su Wicrex y poniéndoselo.- Me voy a casa.- Anunció.
- ¿No necesitaras atención médica?
- Solo necesito descansar.
- Te puedo abrir un portal al Otro Mundo si quieres.- Dijo Rose.- Con mi Reliquia puedo hacerlo.
- No te molestes. Me voy a casa. Tú.- Señalo a Julien.- Invita a Elena sin h a un café.
- ¡Tarde!- Exclamó Elena.- Ya lo ha hecho. Y he aceptado.
- ¿Cómo me va a decir a mí que no? Soy yo- Dijo Julien.
- Yo también me voy.- Dijo Rose.
- Y yo.-Coincidió Helena.-Samuel no puede vivir sin mí.
Amanda se coloco el Wicrex en la muñeca y, después de revisar que no pasaba nadie, abrió un portal. A Elena le volvió a dar la risa tonta. Se despidieron apresuradamente y lo cruzaron.
Rose se tiró en el sofá y encendió el televisor nada más llegar a casa. Su piso compartido consistía en un apartamento de tres dormitorios y un baño. El salón estaba separado por un ventanal  interior de la cocina. La cocina se componía de una barra pegada a la pared que daba al salón y todos los demás electrodomésticos por el otro lado. Una pequeña ventana se abría al exterior. Solo lo diferenciaba de una cocina normal que tenía una pequeña marmita sobre la barra y mitad de la nevera llena de bolsas de sangre. La sala de estar disponía de un gran sofá color granate forrado de terciopelo situado enfrente del televisor de pantalla plana. Entre ambos objetos, una mesa de ébano. Una gran estantería detrás llena de libros y una butaca roja al lado del gran ventanal. También disponía de su propia barra al lado de la cocina en la que estaba el teléfono fijo. Debajo de la barra estaba el mueble bar. Un elegante perchero metálico negro al lado de la puerta que tenía colgados una chaqueta y una bufanda morada.
Los dormitorios por su parte, estaban decorados al gusto de las chicas. El de Rose estaba forrado con fotos de Alan Rickman en su totalidad. Eran fotos mágicas, pues se movían y de vez en cuando hablaban. Unas finas cortinas violetas que caían como una cascada en el escritorio. Había muchos libros grandes en las estanterías, la mayoría de ellos de magia. Un gran terrario colocado encima de una mesilla en el que vivía una gran serpiente verde. La cama tenía una cobertura que simulaba unos helechos sobre un montón de hojas. Una ramita de lavanda le daba aroma a la cama. En la mesita de noche reposaba un lirio que se iluminaba con luz blanca. La lámpara del techo también tenía forma de flor. Una rosa gigante que se abría cada vez que alguien encendía la luz.
El de Amanda tenía un papel de pared que simulaba un bosque de bambú. Unas cortinas turquesas cubrían la ventana. En la mesa de madera blanca, reposaba un portátil y unos folios. En las estanterías verdes, a juego con las paredes, estaban a rebosar de libros. Una piedra con una runa céltica dibujada destacaba en la mesita de noche, un mueble minimalista níveo con una lámpara de barra del mismo color. Tenía un diván crema enfrente de su cama con una cobertura de flores de cerezo. Al lado del armario empotrado había un biombo verde oscuro cerrado.
La vampiresa entró tambaleándose. La voz de Valeria había vuelto a su mente, esta vez demostró su supremacía a las otras voces velozmente. Una mancha se acercó revoloteando a la chica y se apoyó en su hombro. Amanda sonrió levemente y acarició a Raftiel, su murciélago. Lo adoptó después de que se quedara enganchado en su persiana, ante el estupor de Rose, lo había llevado al veterinario, lo vacunó y desde entonces, lo dejaba entrar en su habitación. Raftiel volvió a salir volando por la ventana. Amanda se acercó a la cama y antes de dejarse caer dijo:
- Ya me puedo desmayar.

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