domingo, 6 de septiembre de 2015

Mariposa Carmesí 4

U
nas tres horas atrás en el tiempo, en una casa a las afueras de París se celebraba una fiesta. Era una mansión más pequeña que la de Helena, pero no por ello menos lujosa. El anfitrión había decidido montar el fiestón del siglo, con alcohol de sobra para los invitados y atracciones que le habían parecido graciosas. No había reparado en gastos. Todos los invitados estaban fuera, bebiendo y bailando en el césped. El jardín tenía de todo montado, desde los balcón de la casa bajaban toboganes hacia la gran piscina iluminada en la que bailaban algunas personas, varios castillos hinchables, dos colchonetas elásticas e incluso un túnel de viento. También había altavoces dispersos por la casa conectados con una mesa de DJ.

El anfitrión se encontraba ahora en uno de los balcones. Al lado de un tobogán. Era un joven alto y musculoso. Solo vestía un bañador azul fosforito y unas gafas de sol rosa chillón. Bailaba al ritmo de la música. En una mano sostenía un vaso de un líquido transparente y en la otra un calippo. Alternaba entre los dos.
- ¡Eh! Julien.- Le gritó una chica.- ¡Esta fiesta es increíble!
Julien movió la cabeza dando entender que la había oído. De repente, una luz violeta ilumino el cielo a unos tres metros de altura y una figura apareció en el centro. Julien se subió las gafas con la mano del vaso y abrió mucho los ojos. Una chica cayó con un grito sobre la piscina. Los invitados continuaron como si nada. Julien, en cambio, se agachó y se tiró por el tobogán.
El agua estaba en su punto justo. Fresca pero no helada. Se acercó a la chica que acababa de caer a la piscina. Se estaba levantando cuando llego. Era una joven de pelo rosa. La camiseta negra con unas letras rojas se le pegaba al cuerpo. También llevaba unos pantalones vaqueros cortos. Se giró hacia él.
- Me alegro de que estés bien.- Dijo en español. Parecía conocerle.- ¿Dónde estamos?
- Hola.- Saludó el chico, también en español pero con un marcado acento alemán.- No sabía que los ángeles cayeran del cielo. Mi name es Julien Gonzalen. Y soy jugadoren de futbolen. Estamos en mi house de París.
- Menos rollos Julio, que sé que eres de Ponferrada.
- ¡Amelié!- Exclamó Julien, ya dejando de fingir el acento alemán.- ¡Cuánto tiempo!
- Bastante, ese nombre ya no lo uso. Ahora me llamo Amanda.
- Yo Julien. Perdona que no te haya reconocido. El pelo rosa me ha distraído.
- Suele pasar. Me dio un hechizo esta mañana. No te preocupes. Ayúdame a salir.
Los chicos salieron de la piscina. Amanda miró a su alrededor, había una gran cantidad de gente alrededor, pero nadie los miraba más de dos segundos seguidos. La chica preguntó:
-¿No han aparecido más chicas por aquí no?
- Esto está lleno de tías, pero si te refieres a si han llegado de forma tan inusual como tú no. Tú eres la única que ha caído del cielo.
- Voy matar a Rose.
- ¿Quién es Rose?
- Mi compañera de piso.
- ¿Compartes piso?
- Me aburre vivir sola.
- Igual debería probarlo.
Amanda se levantó y contempló sus deportivas empapadas.
- ¿Tienes algo de ropa seca que prestarme?
- Tengo camisetas del Borussia. Pero supongo que te quedarán gigantes.
- ¿Boru… qué?
- Borussia-Dortmund.- Contestó Julien sorprendido.- El equipo para al que juego. ¿Nunca has oído hablar de él?
- La verdad es que no.
- Increíble. Qué no hayas oído hablar de mi equipo. Si yo estoy en él.- Dijo el chico sacudiendo la cabeza.
- Bueno… ¿Tienes ropa o no?
- No. Pero tengo una idea. Sécate en el túnel de viento.
Julien se levantó y la cogió del brazo. Prácticamente la arrastró hasta su túnel de viento. Se pararon al borde, había una fuerte corriente que les revolvía el pelo.
- ¿Cómo has metido esto aquí?- Preguntó Amanda.
- Preguntas un montón pero te diré que conozco a un tío.
La empujó al interior con una palmada en la espalda. Amanda chilló mientras Julien se moría de la risa. Cuando Amanda salió Julien cayó al suelo emitiendo sonoras carcajadas. Pues el pelo rosa lo tenía completamente de punta hacia arriba. La vampiresa se aplastó el cabello hacia abajo. Julien, ya repuesto, se levantó. Se limpió las lágrimas de los ojos.
- Bueno, te voy a enseñar esta casa.
- Para empezar… ¿Por qué estás de fiesta? ¿No deberías estar en el hospital?
- Ah eso tiene fácil explicación.- La volvió a coger del brazo y la llevó por toda el jardín.- Pues verás, gracias a que soy un licántropo…
- ¡Sh! Alguien te podría oir.- Interrumpió Amanda.
- ¡Qué va! Esta gente va tan ebria que ni se ha dado cuenta de que llevo bebiendo agua tres horas.
- ¿Y el calippo?
- ¡Ah! Un invento mío. Vodka con calippo. Esta buenísimo ¿Quieres?- Se lo ofreció a la vampiresa que negó con la cabeza.- ¿No? Bueno tú te lo pierdes. Bueno, lo que te decía gracias a mi naturaleza de hombre lobo me curo muy rápido y como me han dado permiso por enfermedad, he decido disfrutarlo. ¡Ah! Ahí está la niña de mis ojos.
Señalo a una vitrina custodiada por dos guardias. Estaba iluminada por dos focos. En su interior había un trofeo que relucía de limpio. Representaba a un balón de futbol dorado. Justo enfrente había un cordel rojo de terciopelo con un cartel que ponía: Se mira pero no se toca.
- Es mi balón de oro.- Explicó Julien orgulloso.- Está fiesta es en mi honor. Por haberlo ganado este año.
- Espera… ¿El balón de oro no se entrega en Enero? Estamos en Agosto.
- Es que no lo celebré en París. ¡Mira te voy a presentar a mis amigos!
Amanda, ya resignada a dejarse arrastrar, se dejó llevar por el chico y su entusiasmo. Se paró delante de un chico guapo,alto y rubio. También era fornido como Julien. Y como él solo llevaba un bañador, pero el suyo era rojo. Sujetaba un vaso rojo. Amanda se empezó a sentir muy bajita entre tanto chico alto. Aunque ella nunca fue muy alta, solo recordaba sentirse tan bajita en una reunión de su padre en la Antigua Roma.
- Hola Julien.- Saludo en alemán, su tono delataba que había bebido de más.- ¿Quién es esta chica? ¿Me la presentas?
- Este es mi compañero de equipo y mejor amigo Marco Reus.- Dijo Julien en español, y luego añadió en alemán.- Marco está es Amanda. Una vieja amiga.
- Pues me la podrías dejar aquí un rato.
Dijo el chico rubio mirando a la chica de arriba abajo. Amanda se empezó a sentir muy incómoda bajo sus ojos. Cerró los puños con ganas de sacudirle, Julien se dio cuenta de eso e intercedió para evitar una tragedia.
- No, la verdad es hacía mucho tiempo que no nos veíamos y nos estábamos poniendo al día. Luego si eso volvemos.
- Bueno pero daos prisa. Dame su número ¿Vale?
Julien volvió a coger a Amanda del brazo, que está vez le siguió sin rechistar. Se dirigieron a una barra de bebidas que estaba cerca de la casa. Se sentaron en sendos butacas altas.
- Pide lo que quieras.- Dijo Julien.- Hoy pago yo.
- Una cerveza. En botella por favor.
Julien abrió mucho los ojos mientras la petición de la chica era atendida. Se quedó más sorprendido aún cuando ella se la llevo a los labios y bebió. Finalmente, no pudo contener un comentario.
- Si que cambian las cosas. Pensé que no bebías.
- Y no lo hago. Pero tras la nochecita que llevo necesito alcohol. Aunque no me cause efecto.
- Encima cerveza… ¿Dónde está la Andrómica a la que le repugnaba la cerveza?
- No tengo porqué contestarle a alguien que lleva gafas de sol de noche.
- ¡Eh! ¡Qué las necesito!
- ¿Para qué?
- Es que brillo tanto que cuando me veo reflejado me ciego.
- Por la diosa… Tienes más ego de lo que recordaba.
Julien sacudió la cabeza. Al quedarse ambos callados se dieron cuenta del silencio que se había hecho. Se giraron para ver que todos los invitados estaban cayendo desmayados uno tras otro. Ambos saltaron de las butacas al suelo al oír como la puerta principal se abría. Asomaron la cabeza lentamente.
Un hombre y una mujer, encapuchados habían entrado en la casa. Caminaban sin prisas por el pasillo. Amanda sostuvo la botella como un arma e hizo ademan de salir. Julien la detuvo, olisqueó el ambiente y susurró:
- Un vampiro y un hada. Muy poderosos. Él huele más antiguo que tú. No podremos con ellos, y menos entre tanta gente. Odio huir pero hay que hacerlo.
- Me fío de tú olfato. A mí tampoco me entusiasma la idea, pero salgamos de aquí.- Respondió la chica igual de bajito.
Entretanto, los intrusos ya habían llegado al jardín. Se encontraban parados en la puerta corredera de cristal. Dos pasos y los descubrirían. Julien se estremeció de arriba abajo mientras notaba que le crecían las garras y los dientes. Amanda le miró con sus ojos rojos antes de hacer un par de gestos y asentir.
Con un movimiento rápido, Amanda, salió de detrás de la barra y lanzó la botella a la mujer. La cual se rompió en mil pedazos al estamparse contra el hada. A la vez Julien saltó sobre la barra y se lanzó contra el hombre tirándolo al suelo. Ambos corrieron a la desesperada hacia la puerta.
Salieron a la calle y siguieron corriendo a toda velocidad, lo cual para un hombre-lobo  y una vampiresa era bastante. Sin embargo, no habían ido muy lejos cuando Amanda se detuvo. Estaban en medio de la carretera.
- ¡Por qué paras!- Gritó Julien.- ¡Hay que huir de aquí!
- ¡Destacamos mucho así!- Gritó a su vez la chica.- ¡No podemos ir corriendo!
- ¿Y qué propones?
- ¡Cojamos un coche! Y deja de gritar.
- Yo tengo un lamborghini aquí. Pero está en mi casa.
- ¿Y qué pretendes? ¿Qué volvamos?
El sonido de un frenazo seguido de un claxon les hizo parar de discutir. Se miraron un momento antes de sonreír perversamente. Se acercaron al coche. Era un deportivo negro.
- ¿Es bueno?- Preguntó Amanda.
- Si te refieres al coche te diré que es un Audi R8. Si te refieres a mí, pues claro que estoy bueno. Cuando todo esto pase recuérdame que tenemos que comprar un boleto de la lotería porque debes ser la mujer con más suerte del mundo.
Amanda sonrió, se acercó al conductor que parecía muy sorprendido. Puso el seguro y subió la ventanilla según se acercaba la chica. Ella se inclinó y controló la mente del conductor para que quitara el seguro. Abrió la puerta y gritó:
- ¡Venga salgan ya! ¡No tengo toda la noche!
Salió un hombre del lado del conductor seguido de una mujer. Julien se revolvió el pelo. Amanda se acercó al hombre, extrajo una tarjeta de su pantalón y se la extendió diciendo:
- Ahora mismo no tengo dinero.- Dijo.- Pero llamé a este número y le pagaran el coche perdido. Sinceramente, no creo poder devolvérselo.
Se giró hacia Julien mientras preguntaba:
- ¿Conduces tú?
- Buu que pereza.
Respondió el chico entrando en el lado del copiloto. Amanda suspiró y entró. Se puso el cinturón y piso el acelerador.
- ¿Qué haces aquí?- Preguntó Julien.
- He venido a cazar a un Wendigo que unos inútiles dejaron pasar.
- ¡No fue culpa nuestra! Amanda, ese Wendigo no es normal. Apenas recuerdo nada de lo ocurrido pero sé que ese tipo se movía a una rapidez inusual. ¿Has venido sola a por él?
- Vine con otras dos chicas. Rose y Helena.
Condujeron un rato en silencio hasta que Julien lo rompió al percatarse de que un coche negro los seguía. Una bala rompió la luna trasera.
- ¡GTA París! ¡Genial!- Gritó el chico
- Esos no son los tipos de antes.
- No, pero piérdelos. Mira que disparar a un coche así…
Amanda derrapó mientras corría a toda velocidad por las calles de París. Entonces comenzó a sonar las primeras notas de la canción, “Leave out all the rest”.
- Es mi móvil.- Dijo Amanda extrayendo el móvil de su bolsillo.- Toma cógelo tú.
- ¡Pero no sueltes el volante!- Julien cogió el móvil y murmuró mientras descolgaba.- Es increíble que este bien después de caer a la piscina. ¡Hola!- Saludó.- ¿Quién eres “Bruja Loca”?
Una voz histérica respondió:
- Yo Rose. Espera… ¿Quién eres tú? ¿Dónde está Amanda? ¿Ponme con ella?
- ¡Pinchos!- Chilló Amanda mientras Julien contestaba:
- Amanda está conduciendo.
La vampiresa dio un volantazo para intentar esquivar los pinchos, pero no pudo. Las ruedas reventaron con un fuerte ruido. Un chirrido y las chispas saltando les indico que las llantas tocaban la calzada. Comenzaron a hacer trompos sin control, se iban directos a un muro. Julien gritó.
- ¡Amanda el muro!
Sin poder evitarlo, el coche se estrelló contra la pared por el lado izquierdo. En la luna se dibujo una telaraña brillante antes de partirse. Amanda se llevó la mayor parte del golpe y perdió el conocimiento. Tenía muy mal aspecto. Una brecha en la cabeza de la que manaba un montón de sangre. Julien sacudió la cabeza  para despejar la bruma que se había formado en su mente y abrió de una patada su puerta, soltó a Amanda y la sacó. La depositó en el suelo y se dio cuenta de que el móvil seguía funcionando. Se preguntó donde habría comprado el móvil su amiga antes de llevárselo a la oreja. Miró a Amanda, cuyas heridas empezaban a curarse y respondió:
- Ahora está algo inconsciente. Bueno Rose, Amanda me habló de ti y de Helena. Id yendo a la guarida del Wendigo. Ahora vamos.
Se agachó a mirar a Amanda y le dejó el móvil al lado. En realidad, la chica ya estaba bien. Solo su brazo izquierdo parecía malherido. Lo cogió y lo examinó, sacudió la cabeza. Una fractura, dictaminó. Por lo demás, todo eran rasguños de los que salían hilillos de vapor al curarse. Salvo otras heridas muy feas que ya se habían curado. De la brecha en la cabeza ya no quedaba ni rastro. Él por su parte se hallaba en perfectas condiciones. Amanda abrió los ojos de repente, se revolvió hasta quedar boca abajo y escupió algo de sangre. Se incorporó y se agarró el brazo. Unos hilillos de sangre caían de la herida. Gruño.
- ¡Mi brazo!- Se quejó.- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué tengo tanta hambre de repente?
- Deberías estar agradecida por solo tener una fractura en el brazo. Estabas muy herida. Nos hemos ido contra esa pared.
Señalo al coche roto, de el provenía un rastro de sangre que acababa donde se hallaba sentada la chica.
- ¿Pero quién te ha dado a ti el carnet de conducir? Casi nos matamos. Pobre coche… No merecía este destino.
- ¡Ah! ¿Qué para conducir hace falta carnet?
Julien sacudió la cabeza. Jadeó cansado. Tenía mucho sueño, y hambre. Un pitido les sacó de sus pensamientos. Amanda miró su móvil y se lo enseño.
- La dirección en la que está el Wendigo.- Dijo.
- Será mejor que salgamos ya, eso queda lejos. Sin coches.- Añadió.
Entonces oyeron las sirenas de la policía. Se miraron un segundo antes de volver a correr. Tardaron treinta minutos en llegar al almacén. Julien miró alrededor, pisaban el mismo sitio en el que un rato antes estuvieran Helena y Rose. Miró los almacenes numerados y preguntó:
- ¿Cuál es el nuestro?
- Apuesto a que el que tiene la puerta destrozada y medio quemada. Seguro que fue Rose.
- Tus amigas pasaron por aquí hace poco. Puedo oler su rastro.
- Sigámoslas.
Amanda caminó con paso firme hacia el almacén número cinco. Se inclinó sobre el agujero. Comenzó a bajar seguida por Julien, que olisqueaba de vez en cuando el ambiente. Arrugó la nariz cuando llegaron al fondo.
- ¡Huele a mierda!- Exclamó.
- En realidad a apesta a putrefacción. Un olor normal teniendo en cuenta que por aquí hay un wendigo.
- No hay solo un wendigo.
Comentó mientras caminaban por el pasillo. Julien iba detrás de Amanda y tenía los ojos cerrados. Presumiblemente para concentrarse mejor en el rastro.
- Por aquí ha pasado más gente aparte de tus amigas. Puedo notarlo.
Unos ruidos más adelante les hicieron callar. Una algarabía de gritos proveniente de un poco más adelante. Ambos se pusieron en guardia y adoptaron un paso más cauteloso. Entonaban cánticos que no podían entender, les recordaba a un ejército preparándose para la batalla. Cada vez más y más fuerte. Julien se relamió sin darse cuenta. Huesos, pensó.
Finalmente salieron a la caverna. Los Esqueletos Airados, bajo la luz de las antorchas que algunos de ellos portaban,  estaban empezando a formarse en filas ordenadas. Movían los brazos arriba y abajo sacudiendo sus armas, algunos tenían lanzas, otros espadas y escudos. Bajo las luces, parecía un espectáculo macabro y grotesco. Julien aulló como un lobo y, antes de que Amanda lo pudiera sujetar, salió corriendo. Se lanzó contra el esqueleto más cercano y se enganchó a su tibia. Los gritos pararon de inmediato, sustituidos por murmullos furibundos, los mordisqueos de Julien y los quejidos del esqueleto. Un esqueleto alzó una mano para pedir silencio, llevaba un desgastado manto negro que le distinguía de los demás. Cuando todos los sonidos, menos Julien y los quejidos, se hubieran apagado, habló con una voz cavernosa:
- ¿Quién osa penetrar en los dominios de Itain-Ko-Roth y su pueblo?
- Mi nombre es Amanda Burton.- Contestó la vampiresa.- Y el chico que me acompaña es Julien Gonzalen.
- Un momento, yo no te acompaño a ti.- Dijo Julien soltando el hueso. El maltrecho esqueleto huyó enseguida.- Tú me acompañas a mí.
- Lo que tú digas.
Julien asintió conforme. Luego Itain volvió a hablar:
- Es inusual ver a un licántropo y a una vampiresa viajando juntos. En mis tiempos vuestras razas se odiaban.
- Y se siguen odiando.- Replicó Julien.- Solo que yo soy tan genial que todos me siguen siempre.
- No haga caso a el idiota de mi acompañante…- Empezó Amanda.
- ¡Que yo no te acompaño! ¡Tú me acompañas a mí!- Interrumpió Julien.
Amanda tiró al suelo a Julien y lo inmovilizó. Le tapó la boca con la mano derecha para hacerle callar, el brazo izquierdo lo sentía inútil. El chico se revolvió hasta que la vampiresa se metió en su mente y tomo el control sobre él. Dejó de moverse enseguida.
- Como iba diciendo, no haga caso a mi acompañante. En realidad es una larga historia la de nuestra amistad. Sin embargo, ahora estamos buscando a un wendigo fugado.
- ¡El wendigo!- Exclamó Itain.- No sois los primeros en venir en su busca. Dos compañeras tuyas pasaron por aquí no hace mucho. Una bruja y una vampiresa. Mencionaron tú nombre. Pero no que vinieras con un licántropo, a mi especie nos desagrada en sobremanera los hombres-lobo.
- Créame, a mí tampoco me entusiasman. Pero hábleme de mis amigas. ¿Están bien?
- Sí, cuando yo las vi estaban perfectamente. Desgraciadamente, no podemos hablar durante mucho tiempo. Pues poco nos queda antes de la batalla. Debemos prepararnos. Por vuestra parte, estoy seguro de que si salís ahora las podréis alcanzar.
- En ese caso creo que es el momento de la despedida.-Amanda se levantó.- ¡Levántate Julien!
- Fueron por los caminos secretos. Os podemos proporcionar un guía.
- No hará falta, el olfato de Julien será suficiente. ¡Venga vamos!
- Oye qué aquí el líder soy yo.
Dijo el chico mientras se sacudía la tierra. De repente era consciente de que no llevaba camiseta ni calzado.
- Que sí pesado.-Replicó Amanda antes de dirigirse otra vez al esqueleto.- Un honor conocerle Itain-Ko-Roth.
- Lo mismo digo. Aunque en realidad, el honor debería ser suyo. Pues me ha conocido a mí.
Amanda suspiró cansada. Cerró los ojos, una sombra negra la envolvió como una capa y al segundo en el lugar que antes ocupaba la chica revoloteaba un múrcielago.
- ¡Ah! Ya veo.- Comentó Julien al verla.
El chico se estremeció de arriba abajo mientras se inclinaba. El pelo le comenzó a crecer y tras unos segundos, un lobo negro de ojos ambarinos jadeaba y correteaba de un lado a otro. Aulló feliz.
- Venga comienza a olfatear el rastro.- La voz de Amanda resonaba en su mente.- Te sigo.
- ¿Por qué estás en mi mente?
- No puedo hablar bajo esta forma.
- Odio que entres en mi mente.
El lobo comenzó a caminar hacia la grieta por la que minutos antes hubieran entrado Rose y Helena seguido del murciélago. Viajaban rápidamente debido a que no se tenían que agachar ni tantear el terreno. Julien iba al galope y Amanda le seguía batiendo sus alas. A ninguno de los dos les importaba la oscuridad, pues no les hacía falta ver, él se fiaba de su olfato y ella emitía chillidos de vez en cuando para calcular la posición de las paredes según el eco. Solo se paraban unos instantes en los cruces hasta que Julien lograba encontrar el rastro, entonces proseguían su frenética carrera. De repente, Julien frenó de golpe. Amanda no pudo reaccionar a tiempo y chocó contra él. El lobo oyó enseguida su voz enfadada en el interior de su mente:
- ¿¡Qué haces!? ¿Por qué te paras?
- Je… Te vas a reír. Creo que nos hemos perdido.
- ¿¡Qué!?
- Oye, te recuerdo que nos perdimos una vez en las catacumbas mortales, y esa vez fue por tú culpa. Pero tranquila, como soy un jefe de la orientación, saldremos de aquí en un periquete. Perdí el rastro en la anterior bifurcación, solo hay que desandar hasta allí.
Se dio la vuelta y comenzó a correr otra vez seguido por el murciélago. Aulló de alegría al volver a encontrar el rastro. Continuaron su viaje, uno galopando y la otra volando, incansablemente hasta que llegaron a la encrucijada circular.
Pararon justo delante de la escalera y se volvieron a convertir en humanos. Julien se estiró mientras Amanda se frotaba los hombros.
- ¿Ves? Te dije que lo encontraría. Si es que soy el rey. Ah y para que lo sepas, no me hace falta sentido de la orientación u olfato para seguir a alguien. Yo sigo mis propias reglas.
Después miró hacia arriba y se inclinó mientras le cedía el paso a la vampiresa:
- Las damas primero.- Dijo sonriendo.- Por esta única vez te cederé el paso. Disfruta ser la primera mientras puedas.
- Detectó diez guardias.- Informó la chica mientras comenzaba a subir.
- Cinco por cabeza. Te echo una competición: A ver quién acaba con los suyos antes.
- Acepto.
Tras decir esto saltó hacia el agujero. Julien gruño y la siguió. Amanda vio durante un segundo a Rose y a Helena de espaldas antes de pasar entre ellas hacia la batalla. Julien saltó primero sobre la caja solo para tener mayor campo de visión justo antes de abalanzarse para sobre los guardias.
Cuando acabaron con ellos, Amanda se revolvió el pelo rosa mirando a Julien, una vaharada de vapor le cubría completamente el brazo izquierdo mientras se le curaba.  De repente el chico dijo:
- ¡Te volví a ganar!
- ¿Bromeas? Me he cargado a mis cinco tíos en la mitad de tiempo que tú con un solo brazo. Sigues siendo un lento.
- ¿Pero qué dices? Julien Gonzalen no incluye la palabra “Perder” en su vocabulario.
- Deja de hablar en tercera persona. Es patético. Pero si te sientes mejor creyendo que has ganado te lo concedo.
- ¿Ves como siempre tengo razón?
Amanda suspiró. Este chico me agota, pensó. Entonces recordó que tenía que ajustar cuentas pendientes con cierta bruja. Se giró lentamente hacia la caja tras la que se escondían las dos chicas. Una sonrisa de psicópata comenzaba a dibujarse en su cara. Cuando habló, lo hizo en un tono amenazadoramente dulce:
- Rose.- Empezó alargando mucho la o.- ¿Recuerdas lo que te dije que pasaría si algo salía mal en el conjuro?

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